jueves, 18 de febrero de 2010

Gracias

Gracias por esos tres bizcohitos que me supieron a gloria. Gracias por los tuppers de albóndigas con cereza, por las endivias con bechamel y por el Gratin Dauphinois. Gracias por lamer mis heridas y por intentar sorber las lágrimas que nunca te dejé sorber. Gracias por sacrificar tu tiempo acariciándo mi piel inerte durante horas para aliviar un dolor que  conoces y no puedes reparar. Gracias por intentar entender pese a no entender nada. Gracias por merodear mi vida sabiendo que siempre ha estado igual de mal, gracias por advertirme de forma irracional que "no lo haga". Gracias por creer que soy especial y que voy a brillar.Gracias por intentar salvarme de mi misma y por defenderme como un hombre del ataque de los demás. Gracias por haber cumplido mis sueños como si hubiesen sido los tuyos propios y por mimar lo que ya nunca volveré a mimar. Gracias por traerme chocolates de rosa, lavanda y té cada vez que vuelves de viaje, y por detenerte frente a innumerables escaparates intentando adivinar qué escogería yo si estuviese allí. Gracias por haberme hecho sentir niña, por haber colmado todos mis caprichos de forma abnegada y por haberme hecho creer que un dia fui la más bonita. Gracias por reconocer mi perfume desde las esquinas y por buscarme sin buscarme. Gracias por haber amado mis imperfecciones con una paciencia que rebosa santidad.

martes, 16 de febrero de 2010

Llueve. No se muy bien dónde hace más frío si en la redacción o en la calle. Aunque tengo la respuesta. Se trata de ese frío que Clara llevaba sintiendo desde el momento en el que las cosas empezaron a torcerse, eso sucedió, probablemente, el día en que nació. Nunca le había encontrado sentido a la vida porque nunca lo había tenido hasta que creyó. ¡Na-na! Error. Con dos euros en el bolsillo jugar todas sus fichas a un sólo número y color no fue más que otra macabra modalidad de ruleta rusa. En días como este sabía que todos los pronósticos que llevaba oyendo durante demasiado tiempo se iban a cumplir de forma irremediable. ¿Cuándo? A lo sumo en un año, algún mes... algún día...alguna hora. Clara evitaba estar sóla en casa porque le daba miedo apagar la luz. Lo hacía poco a poco y cuando no quedaba más remedio. Vomitaba la vida y a la vez azotaba el alma. Sus lágrimas eran como la sangre de una herida abierta y unos pocos sabían de su hemofilia. Miraban hacia otro lado como lo hice yo y ya no quedaban tiritas en la caja de los medicamentos. Nadie las había repuesto. Las cosas ya no se reponían y nunca quería estar a solas con la compañía más letal. Se entretenía en el trabajo,donde fuese o con quien fuese con tal de prorrogar lo inevitable. La hora se acercaba. Clara podía -temblorosa- mirar cara a cara a su destino. Ojalá nunca la hubiese conocido.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Ya no me gusta Alan Rickman

Ya no me gusta Alan Rickman. No se qué narices ha tenido que suceder para que termine el día preguntandome por qué ha dejado de gustarme . Qué alineación planetaria se habrá producido para que ya  no sienta lo que sentía antaño cuando cogía el 621 al terminar las clases  y en el trayecto desde Moncloa perpetraba en soledad el plan que me esperaba una vez llegada a mi morada...-mientras la duda me asalta, dicho sea de paso, le busco como acostumbraba en Youtube- La primera vez que le vi fue en en un video de Texas titulado "In Demand". Me quedé paralizada frente al televisor con la piel de gallina y la adolescencia ya pasada. No era la canción, Texas nunca me ha apasionado y menos su cantente Sharleen Spiteri - me apestan las morenas de pelo corto-. La letra no terminaba de convencerme...así que debí mostrarme indulgente con la música (si es que soy una blandita). Por descarte sólo quedaba un elemento por analizar y desconocía quién era. -Me avergüenza reconocer que no supe que Alan Rickman era un actor inglés conocido por cualquier amateur- Así que absolutamente obsesionada me hice con el video que no tardé en pasar a DVD para convertirlo en la banda sonora oficial de mi ático y de mi vida en la Calle Chiapas. Pero no bastaba con verlo una y otra y otra vez... necesitaba saber cuál era el nombre de ese hombre que me había hecho estremecer sin musitar ni una palabra. Le pregunté en clase a uno de estos "sabelonada"  por el grupo e iracundo comenzó a poner a parir a Alan Rickman por haber caído "tan bajo" haciendo de florero en el clip de la banda escocesa. Un momento. Stop. ¿Alan Rickman? ¿Había dicho Alan Rickman? Hay que ver que buena memoria tiene una cuando quiere,¿eh? Me salté las clases de la tarde y comencé a indagar e indagar...e indagando e indagando llegué a saber detalles de la vida personal de Rickman ciertamente interesantes. -Una tiene sus contactillos- Vamos que conseguí su número de teléfono -que por cierto era auténtico-, su dirección y casi casi hasta la marca de sus calzoncillos favoritos. Mi fuente me dijo que no le gustaban las "chicas barbie" y mientras me lo decía yo ya estaba pensando emocionada en cómo ingeniarmelas para coger un avión y echarle un cable al destino... y si no le gustaban las Barbies - de sobra sabéis que siempre me han llamado así- me convertiría en Chabel, Barriguitas, Pocaspecas o lo que hiciera falta.
En los mometos de sobriedad-que no eran muchos- le estudiaba con bastante más interés del que dedicaba a cualquier materia. Y como reza el dicho:" De ilusiones vive el tonto los -eso que le gusta  tanto al insigne Pedro Castro"-. Y vaya si vivía. Me imaginaba que yo era la chica a la protegía con sus brazos durante la travesía del videoclip, a la que miraba con deseo, a la que ponía contra el surtidor de una gasolinera de carretera, con la que bailaba un tango de lo más arrastrado -mejor no, ya no me agradaba el tango-... Me deleitaba oyéndole recitar a Shakespeare como si estuviese surrandome al oído, paralizando determinado frame de alguna escena de sus películas en las que tenía "el guapo subido". Mi madre venía a verme a Madrid y huía horrorizada al tercer día por las torturas a las que se veía sometida cada fin de semana: "Mami, te voy a poner una peli que te va a encantar"-y tras una peli iba otra,y tras otra, otra... Le encontraba un ser repulsivo pero una ya está más que acostumbrada al disgusto materno en cuestiones del corazón. En fin mi madre desaprobaba nuestra relación...pero cuando una se enamora... lucha contra viento y marea.Creo que lo más amable que le dedicó fue un : "viejo asqueroso"- Eso me excitó.
Pasaron los años, y la fiebre fue bajando mientras los altibajos hormonales ascendían. Aún así, dormía con un ojo abierto consciente de que seguía teniendo su dirección, su teléfono y algo de dinerillo ahorrado.
Hace unas semanas vi Snowcake con mi mejor amiga -la que monta un cineforum "la hostia de animado" (creo que sin mi) con sus  amigotes cada vez que van al cine- y... todos mis temores se corroboraron: El idilio había terminado. Ya no me gustaba Alan Rickman... y no me gustaba en un papel en el que hace apenas un par de años me hubiese terminado de rematar. Alan Rickman...ayyyyyyyy....aunque no hayas cambiado de dirección... ese ha sido el último suspiro que te dedico. Fin de nuestra relación...pero quiero que sepas que me sigues despertando una gran simpatía y te tengo cariño...así que si  lo deseas podemos quedar como amigos. Una cosa es cierta, jamás podré olvidar como sonó tu voz el día que descolgaste el teléfono y yo.... no dije nada.  Ho-Ho-Ho
Acostumbraba a bailar desnuda frente al espejo, por los pasillos y en el balcón. La luz siempre entraba por la ventana. No recuerdo la última vez que la vi bailar. Lo lamento.Antes era fácil sólo tenía que cerrar los ojos para poder soñarla porque hubo un tiempo en el que las cosas que le importaban llenaban un palacio de sesenta metros cuadrados.Ella lo llenaba todo.
Le gustaba mezclar el jazz con vino tinto y el R&B con rosado... También yo le gustaba  y también  a mi me mezclaba... y yo me dejaba mezclar. La casa olía a canela y ella a madera de roble. A veces cuando abro la puerta del 3º A las llaves pesan más que el cansancio. La cena no espera ni fría, ni caliente, ni templada. He aprendido a cocinar.
Me gustaba no saber de qué humor iba a estar al cruzar el umbral, tal vez ahogandose en un mar de lágrimas por motivos que nunca llegué a entender, tal vez dulce y receptiva cantando en la bañera sepultada por toneladas de espuma que adoraba soplar, tal vez enfadadísima porque el mundo había sido  demasiado injusto ese día o tal vez eufórica poque creía haberlo salvado.
Leía estupideces sobre el sofá rojo del salón lápiz en mano como si de un sable se tratara y concentrada como si fuese a levitar enrrollada en su mantita de cuadros. Escudriñaba cada página haciendose la interesante y a veces lo conseguía, especialmente, cuando me dedicaba una mirada totalmente premeditada a través de sus gafas de diseño.
Jugaba sóla al ajedrez y se deshidrataba acompañada bajo el edredón. Solía reír a carcajadas cuando le decía lo guapa que estaba recién levantada, recién acostada o en cualquier bar. Es imposible enumerar las ocasiones en las que pensé que se reía de mi con una crueldad intolerable. No me importaba.
Fruncía el ceño con regularidad para mostrar desaprobación cuando le exponía mis teorías sobre la vida que resultaban ser casi tan estúpidas como sus libros. Nunca se resfriaba y nunca comía. Fumaba con compulsión, con la misma compulsión con la que respiraba, amaba, discutía o apilaba sus vaqueros.
He buscado sus caricias en otras manos y la he odiado en cuerpos templados. He intentado combatir su desorden con orden y su luz ténebre con halógenos y neón. He huído de sus costillas de Eva con mi costilla de Adán y me he indigestado ingiriendo manzanas desabridas que nunca supusieron tentación alguna. Por las noches aullo en el balcón en el que solía bailar desnuda esperando a que me oiga y  le ruego a Dios que me devuelva su caos, su desmesura...y su desnudez.