viernes, 3 de septiembre de 2010

Albahaca fresca y tomates recién cortados

Desde que he regresado acostumbro a cerrar los ojos con compulsión. No los cierro para dormir sino para soñar con el aroma de la albahaca fresca y los tomates recién cortados. No se si fue lo mágico del emplazamiento o la magia entre los dos. Sólo se que me resistí a volver y, en cierto modo, aún no lo he hecho. Cada vez que los abro no puedo evitar sentir lástima de mi misma. Agonizo trescientos cincuenta días para poder inhalar aire sin respiración asistida durante quince. Consigo lanzar a un abismo tan profundo como caduco mi vida y construyo a velocidad de vértigo una ficción que me impongo real siendo perfectamente consciente y preferiblemente inconsciente de que todo ha sido desde el principio un sueño en tiempo de descuento. Pero... ¡qué dulce es soñar contigo y qué amargo no soñar junto a ti!