miércoles, 10 de febrero de 2010

Acostumbraba a bailar desnuda frente al espejo, por los pasillos y en el balcón. La luz siempre entraba por la ventana. No recuerdo la última vez que la vi bailar. Lo lamento.Antes era fácil sólo tenía que cerrar los ojos para poder soñarla porque hubo un tiempo en el que las cosas que le importaban llenaban un palacio de sesenta metros cuadrados.Ella lo llenaba todo.
Le gustaba mezclar el jazz con vino tinto y el R&B con rosado... También yo le gustaba  y también  a mi me mezclaba... y yo me dejaba mezclar. La casa olía a canela y ella a madera de roble. A veces cuando abro la puerta del 3º A las llaves pesan más que el cansancio. La cena no espera ni fría, ni caliente, ni templada. He aprendido a cocinar.
Me gustaba no saber de qué humor iba a estar al cruzar el umbral, tal vez ahogandose en un mar de lágrimas por motivos que nunca llegué a entender, tal vez dulce y receptiva cantando en la bañera sepultada por toneladas de espuma que adoraba soplar, tal vez enfadadísima porque el mundo había sido  demasiado injusto ese día o tal vez eufórica poque creía haberlo salvado.
Leía estupideces sobre el sofá rojo del salón lápiz en mano como si de un sable se tratara y concentrada como si fuese a levitar enrrollada en su mantita de cuadros. Escudriñaba cada página haciendose la interesante y a veces lo conseguía, especialmente, cuando me dedicaba una mirada totalmente premeditada a través de sus gafas de diseño.
Jugaba sóla al ajedrez y se deshidrataba acompañada bajo el edredón. Solía reír a carcajadas cuando le decía lo guapa que estaba recién levantada, recién acostada o en cualquier bar. Es imposible enumerar las ocasiones en las que pensé que se reía de mi con una crueldad intolerable. No me importaba.
Fruncía el ceño con regularidad para mostrar desaprobación cuando le exponía mis teorías sobre la vida que resultaban ser casi tan estúpidas como sus libros. Nunca se resfriaba y nunca comía. Fumaba con compulsión, con la misma compulsión con la que respiraba, amaba, discutía o apilaba sus vaqueros.
He buscado sus caricias en otras manos y la he odiado en cuerpos templados. He intentado combatir su desorden con orden y su luz ténebre con halógenos y neón. He huído de sus costillas de Eva con mi costilla de Adán y me he indigestado ingiriendo manzanas desabridas que nunca supusieron tentación alguna. Por las noches aullo en el balcón en el que solía bailar desnuda esperando a que me oiga y  le ruego a Dios que me devuelva su caos, su desmesura...y su desnudez.

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