viernes, 29 de enero de 2010

Precipicios

Me pregunto al borde de cuántos precipicios has estado, y desde qué altura habrás estado dispuesto a saltar...y si has saltado atraído por el vacío ¿qué vacío te habrá gustado más? Me pregunto si te quedan muchas almas por salvar. Ahora custodias mis precipicios y, en ocasiones, cuando te confías siento ganas de merodearlos a hurtadillas para confesarte luego que en mis andanzas, jugando entre las simas, me habré hecho un daño que sólo tu puedes aliviar.

martes, 26 de enero de 2010

Dime lo que no quiero oír

-¿Has oído alguna vez eso que siempre has deseado oír?-
-No-
-¿Y qué es?-
-¿Qué sentido tiene que te lo diga?-
-Es pura curiosidad-
-Permite que eso quede para mi... aunque parezca estúpido temo que diciéndolo en alto jamás llegue a oírlo-
-Venga... por favor...-
-No insistas. Además es patético-
-¿Por qué dices eso?-
-Créeme, lo es-
-Pues como no te expliques...-
-¿Acaso no crees que resulta bochornoso querer que te digan palabras dedicadas ya a otras personas?-
-¿Te refieres a "te quiero"?-
-En absoluto. Todos hemos oído demasiados "te quiero" utilizados a la ligera. Preferiría haber escuchado uno sincero. A partir del primer "te quiero" todos suenan igual.-
-Ahora que lo dices... no me parece ni patético ni bochornoso querer ser la destinataria de palabras ya dichas pero dedicadas a otras. Me parece triste, profundamente triste-
-Así no ayudas. Patético, bochornoso y encima... triste. Añadiré tu aportación a la lista-
-¡Qué susceptible!-
-No imaginas cuánto-
-En el fondo, querido amigo, supongo que todos, en algún momento hemos deseado ser personas distintas aunque eso implicase exclusivamente querer correr su misma suerte-
-Sobre todo cuando los afortunados resultan ser unos ingratos-
-No seas injusto. A veces, y eso sí es doloroso, alguien es afortunado sin saberlo y por ello nos parece ingrato desde la barrera-
-¿Crees que las destinatarias de las palabras que jamás nadie te dedicará eran ingratas?-
-No. Creo que ni eran ni son nada-
-Entonces...-
-Entiéndeme. Yo tampoco soy, he sido ni seré nada... la diferencia es que a esas personas, un día, alguien intentó inventarlas, las miró queriendo ver algo que tal vez ni existiese y en ese intento creativo... y en cierto modo algo inconsciente ...se enamoró de ese reflejo artificioso...y puede que ni fuese capaz de discernir entre realidad o ficción...o puede que simplemente tuviese la voluntad certera de no hacerlo. Nunca nadie me ha mirado así. He sido yo quien siempre ha tenido que inventar, quien siempre ha sentido cómo torrentes de palabras recorrían los labios que apretaba para no errar, quien siempre ha jugado a ser muchas por cuestión de probabilidad...y...y...y no ha funcionado, querido amigo. Si en lugar de pretender ser tantas me hubiese esforzado más en ser "una"  tendría ese algo incorrupto y originario que evitaría que un día como hoy, tú y yo, estuviesemos ahora mismo hablando de esto-

lunes, 25 de enero de 2010

Lo más excepcional del mundo

Al principio desconfió y entre desconfianza y desconfianza se dejó vencer. Con la punta del pie desnuda sintió el agua parda, tibia...tan en calma... Era el paisaje más bonito y aterrador que jamás había visto.Temía coger el pincel para no estropear el color de la paleta. Eran otoños de siena tostada, ocre y gamboge...y el agua estaba tibia y ...tan en calma...

El aire asfixiaba con su sueño dulce. La ropa no se adhirió para dejar respirar a la piel... y la desnudez respiraba con el algua tibia y el agua tibia con la desnudez. Tibia pero parda. Agua pero desnuda.
Cogió el pincel y el paisaje aterrador dejó der ser bonito. En la paleta, el otoño dio paso al invierno y el siena tostada al tierra sombra...Corrió a la orilla a buscar la ropa y fuera del agua tibia, el aire afixiaba amargo. El cuadro había cambiado. Nunca debió coger el pincel.
El alma se quedó con el agua tibia y la ropa con la piel. Mientras, la calma vestida de pardo aguardaba a otro principio que trajese una nueva desconfianza que se dejase vencer.

miércoles, 20 de enero de 2010

"El Juego de Tu Vida"

Anoche resultaba imposible conciliar el sueño. Supe que permanecería en vela desde, aproximadamente, las 00.15hrs. Programé el temporizador de autoapagado del televisor (dos horas), bajé el volúmen lo suficiente -vol. 8- como para que el sonido no me molestase pero permitiendo, a la vez, que mi oído pudiese percibir un levísimo "brum-brum" que me hiciese creer que no estaba sóla. Lo estaba.

En TeleCinco estaban emitiendo un programa del que hacía tiempo, no sabía nada, "El Juego de Tu Vida". Siempre he pensado que era el espacio más sórdido, casposo y atroz de la televisión mundial... aunque, bien es cierto, despierta ese afán "morbosillo" del que, en mayor o menor medida, todos somos poseedores... y por qué no reconocer que me alegré de nuestro feliz reencuentro.

¿En qué consiste? En vomitar miserias provenientes de miserables -eso sí- a cambio de dinero -el toque mercenario añade un toque de cutrez inapreciable-. Si tienes la fortuna de no tener ni el más mínimo resquicio de pudor, puedes terminar llevándote hasta 100.000 euros. 100.000 euros que serán exclusivamente para tí - y para hacienda- porque tras tu paso por semejante show, perderás a tu pareja, a tus amigos e incluso arriesgarás la sanidad de tus vínculos familiares.

Un título alternativo para el progrma bien podría ser : "Como poner fin a tu vida en 20 preguntas". Ayer, un individuo volvió a casa con las manos vacías tras haber confesado que pocos días antes de contraer matrimonio con su ex mujer, había mantenido relaciones sexuales con la prima de ésta que, casualmente, resultaba ser su actual mujer, a la que ahora engañaba con su ex y , entretantro, a ambas joyitas les había puesto los cuernazos en lupanares de carretera con "cualquieras" más "cualquieras" que ellas. La cosa empeoró cuando el especímen que vendió su alma al diablo a cambio de nada, comenzó a airear las fantasías sexuales que tenía con otras féminas de la familia, también de lo mucho que se divertía con su juego a múltiples bandas, y de cómo le gustaría poder vivir con las coprotagonistas de la historia: "Me quedaría con mi ex para la cama y con mi mujer actual para lo demás" -¡Olé sus huevos, qué hombre, qué macho, qué torero!...y qué imbécil.

Probablemente, muchas de las vidas que colindan e incluso conviven con las nuestras no sean ejemplares, tal vez estemos siendo traicionados por los seres a quienes más amamos y tal vez les amemos porque no les conozcamos...pero desde luego, la pérdida del sentido del decoro, de lo íntimo, de lo privado... supone el fin de algo que me resulta imposible describir, "supongo que supone" el fin de todo.

lunes, 11 de enero de 2010

Cuatro paredes albero

He encontrado un sistema inconfesable para detonar el explosivo que me lleva a aporrear el teclado. Es tan doloroso como infalible y por eso, en ocasiones, lo disfrazo de cabaretera para así poder despreciarlo casi tanto como puedo despreciarme a mi. Una tortura que me hace sentir viva me precipita a morir. He accionado el interruptor y ahora mismo lo siento.

Estoy sola en una habitación que no siento mía. Apenas puedo mover los dedos... el frío que siempre me persigue les dota de una rigidez aterradora... pero al palpar mis manos compruebo que su temperatura es aceptablemente saludable. Dentro de la cama parece que todo se percibe mejor. Me sepulto en jerseys masculinos de talla XXL, medias, pantalones de pijama y pares dispares de calcetines. Es simplemente rutinario... no atiende a ninguna otra razón. Hecha un cuadro y con el cabello recogido en una cola de caballo miro hacia la puerta: está cerrada. Del pomo cuelga un bolso de esos con un precio tan escandaloso que avergënza. No me gusta. Nunca me ha gustado. La puerta del baño también está cerrada y el pomo es ahora como un cuello escuálido y arrugado repleto de collares que a duras penas puede sostener.

Hay una cuna de estilo rústico. Nunca la he mecido pese a haberla hecho madre de una vereda tropical que ya no es ni vereda ni tropical. Alguna hoja se resiste a morir con lo demás y me pregunto por qué lo hace. Al galán lo abrigan pashminas y foulards de todos los estilos y longitudes imaginables. Menos mal que los armarios no están abiertos. Son como mi vida. Cerrados no rompen la falsa armonía de esta estancia teatral. Cerrados están mejor. Contienen el caos, el vacío, el sinsentido. La mesilla de la derecha soporta muy a su pesar un jarrón de cristal que retiene las flores ya secas de conquistas que no volverán. También hay media decena de libros. Ninguno es especial. Queda bajo la mesilla un hueco que acoge como si fuese una "cueva del tesoro" a una vieja cadena musical acompañada por quienes hace demasiado tiempo fueron mi mejor compañía. Cuánto me gustaría poder volver a escuchar a Cole Porter. Nunca más lo haré. Nunca más... aunque Time after Time grite cada noche :"¡Eh, ingrata!¿Tan pronto te has olvidado de mi?".- No sabe que he tenido que olvidarle a bofetadas-,  cuatro cd´s de quien tanto me ha hecho creer y sobrevivir: Aznavour, unos veinte de mi adorado Tony Bennett, dos de Leonard Cohen, tres de Stephan Grapelli, tres de Gilbert Becaud, Mayte Martín con Teté Monteliú -para llorar a moco tendido- y algún otro que por lo que significa... guardo para mi. Todos tenemos nuestros secretos.

 A la izquierda la cosa cambia. Los libros de esta mesita sí están ahí por algo, por todo. Están colocados. Sí, colocados. A veces, cuando tengo fuerzas suficientes, los abro, los huelo sin escrúpulos, miro con muchísimo pudor algunas anotaciones, me sonrrojo, lloro, sonrío, me lamento, cierro los ojos mientras los aprieto contra el pecho, respiro hondo y... los vuelvo a dejar alineados para que escolten mis sueños.  Esta mesilla maciza tiene tres cajones, ignoro lo que contienen. Hay sobre ella un cenicero - a mi madre le horroriza que esté ahí porque, de sobra sabe, que le tengo harto entretenido- y por último... una laca de uñas más roja que Marx.

A los pies del radiador se alinea una legión de botas altas. No están en su sitio aunque lo tienen, exceden la quincena, y, en cierto modo me hace gracia no tenerlas en clase con sus compañeras de aula.
Las paredes albero están casi desnudas, un escalador de barro las sostiene, y ellas, a su vez, hacen lo mismo con un gran óleo perpetrado a espatulazo limpio cuya autoría no me atribuyo.

Tres ventanas, un armario ropero, una banqueta, una televisión que se muere de aburrimiento, el mueblecito que la aguanta y el frío que siempre me persigue ponen punto final a esta naturaleza muerta que es mi habitación.

Lo peor de todo este cantar es que he encontrado un sistema inconfesable para detonar el explosivo que me lleva a aporrear el teclado. Es tan doloroso como infalible y por eso, en ocasiones, lo disfrazo de cabaretera para así poder despreciarlo casi tanto como puedo despreciarme a mi. Una tortura que me hace sentir viva me precipita a morir. He accionado el interruptor y ahora mismo lo sigo sintiendo. No lo debería haber accionado. Estas cuatro paredes albero guardan el secreto de lo que hoy he querido escribir y he ocultado... ahora duele más.

jueves, 7 de enero de 2010

Km 2.300

La distancia física que nos separa del ser amado se traduce siempre en una angustia asfixiante, socarrona e irreverente. Durante la última quincena no he dejado de oír sus risotadas desapacibles y chirriantes persiguiéndome infatigablemente como si de la propia conciencia se tratase. El bálsamo reparador de cualquier anhelo insacible es, sin lugar a dudas, el recuerdo. Cuando el recuerdo sobreviene, acude a su llamada – tan muda como audible- la imaginación. Y así, sorbo a sorbo, ingerimos pequeñas dósis de un antídoto que termina manifestándose como una nueva adicción que añadir a la cesta de las servidumbres.


A doscientos cincuenta y un kilómetros no tuve más remedio que soñarte en cada esquina, verte en cada café y dibujarte una y otra vez en la lluvia para enardecer el deseo de levantarme empapada de ti a la mañana siguiente. Once días muriendo, dos y medio en reanimación y seis añadiendo dos mil trescientos kilómetros al contador de lo que quedaba de vida.