martes, 9 de marzo de 2010

Mañana

Con la televisión como banda sonora las ideas se atropellaban. Lo hacían  para evitar que pensase en él y en ese "yoísmo" que tan poco le interesaba. Objetivo fallido. Estaba y no estaba con ella 86.400 segundos cada día. En su buhardilla el tiempo se detenía con el baile sensual de la trompeta de Chet Baker en Almost Blue. Ese baile, esa melodía y esa tristeza daban paso a una guerra que nunca tenía tregua. Blanco, todo era blanco. Siempre imaginé a qué olería su piel cuando bailaba tan abrazada a él como a la vida. Sus pies eran menudos y casi tan huesudos como sus tobillos y descansaban sobre los de su amante en cada paso de la contienda. Él acariciaba su melena ceniza  y como en un ritual le colocaba una flor en la trenza para adornar la desnudez de un alma que le hacía sentir como el Aquiles más vulnerable.  Le susurraba toda la clase de ternezas al oído para sonrojarla  y ella agachaba la cabeza y la apretaba fuerte contra su pecho cuando las velas aún no empezaban a consumirse. Un tirante, otro tirante... y el disfraz caía al suelo sin oponer resistencia colmando su cuerpo con caricias más dulces que el vino. Me pregunto quién era y a qué olía. En el suelo luchaban  hasta desfallecer y Chet Baker seguía tocando para ellos. Recuerdo cómo fijaba su mirada más allá de los cristales. Parecía  frágil, perdida y quebradiza. Agarraba sus piernas con los brazos y encogida como un ovillo empezaba a balancearse tarareando en silencio . Las velas nunca se consumían en la buhardilla. Un día le sorprendí colocando un columpio para ella en medio de la nada. Le gustaba tumbarse en la cama y verla mecerse frente a él durante horas mientras le recitaba poesías. A mi también me gustaba. Desde hace un tiempo las paredes de la buhardilla lucen granates, hay lámparas en lugar de velas, el columpio ha desaparecido para no desentonar con los muebles, ya no hay guerras sin tregua, y Chet Baker se ha venido a tocar a mi garito. Ya no acaricia una larga melena ceniza. Ya no acaricia. Una mujer mayor de cabello oscuro y con un corte  menos vulgar que su osamenta profana el pavimento que un día fue sagrado y bendecido paseando sobre él con  su cuerpo deforme y contenido. Supongo que un día se marchó sin más y se llevó la vida o la vida se la llevó a ella. Ahora está recostada sobre mi sofá marengo y con la televisión como banda sonora. Pretende hacerse la dormida para que la contemple mientras sus ideas se atropellan. Lo hacen para evitar que piense en él y en ese "yoísmo" que tan poco le interesaba. Objetivo fallido. Está y no está con ella 86.400 segundos cada día pero se que mañana serán 8.399. Le compraré un columpio a sabiendas de que tendré seguir imaginando a qué olía cuando era feliz en sus brazos.

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