Acabo de sacar los billetes que me permitirán estar con vosotros como cada Navidad. Seguramente mamá me reñirá cuando lea esto porque le he dicho que ya los tenía desde ni se sabe. Sí, tengo casi treinta años. También me preguntará si voy en Supra o en autobús normal. (Mamá, me conoces, mi plan era desatender tus advertencias, que es mi deber como hija, e ir, contra tu voluntad, en Supra, pero, desafortunadamente, no había plazas ni de ida ni de vuelta). Mi madre asocia el autobús regular con la normalidad de carácter, es decir, con la ausencia de excentricidad. Eso, bella progenitora (no me gruñas), no depende de un billete. Y pretender que alguien como "la menda"(que nunca ha sido normal) lo sea ahora...en fin. Por contra, le resta importancia a mi dolor crónico de espalda, a la fobia que tengo a que un extraño me roce, o, simplemente... a la multitud que me horroriza. En fin, llegaré "de aquella manera". Llegaré y punto.
Retomamos la primera línea. Un año más a casa por Navidad . Cada año el peso se incrementa. Antes no era así, de hecho, no pesaba nada. Adoraba volver a mi hogar para celebrar tan señaladas fiestas en familia. "Hogar" y "en familia". Ahí radican las claves. "Hogar" ya no tengo, "familia", en honor a la verdad, sí, o "lo que queda de ella". Hay que ver hasta qué punto nuestras pulsiones más primarias pueden conducirnos a desunir los vínculos más fuertes. Y sin vínculos... ¿qué somos? Nada. Actores de una representación teatral malograda sin remedio. Pero, sigo volviendo. Y volveré una y otra vez, e intentaré, como cada año, que mi actuación vaya ganando calidad. Pero tengo que creerme el papel ¿Por qué ? Desde luego, no es por mi, pienso en los errores que cada uno de nosotros hemos cometido y en lo que les hemos arrebatado a los más pequeños de la casa y ellos, no se lo merecen. Probablemente nosotros, tampoco.
Hace mucho tiempo que mamá no se pasa la tarde del día 24 cocinando para un regimiento sopa de marisco, sopa de almendras, cordero, besugo, algún postre... de hecho ya no cocina. Ahora es el turno de mi hermana Margarita. Ella se lleva la peor parte, pone el escenario e intenta que sea lo más neutral posible, se esmera confeccionar el menú aunque no sepa como los que hacía mamá antaño, y a sabiendas de que cada año llevamos menos hambre.
En seis días volveré a casa por Navidad pese a que las Navidades no signifiquen lo mismo. Tal vez en seis días lo acepte e intente volver a enamorarme de ellas del único modo posible, empezando de cero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario