Estoy frente a un ordenador prehistórico, aburrida como una ostra y rodeada de viejos desconocidos mientras se supone que debería estar haciendo una traducción que, por la cuenta que me trae, ya he terminado. Escucho a Funky Green Dogs con la esperanza de que sean el equivalente a unas cuantas copas de culaquier bebida que tenga muchos, pero muchos grados y pocos hielos. Ebria practicaría con gran maestría el arte del absentismo presencial (una materia novedosísima en la que acabaré por doctorarme “cum laude”). Aún quedan tres horas por delante. No funciona...esta música tiene más revoluciones que grados y más hielo de lo deseable....así que cambio de estilo como de expectativas, sólo busco a una pareja (da igual si es el feo de la clase) que me brinde compañía. Una dósis de realismo. Mi inconsciente ha localizado a un pelirrojo rizoso de melena alborotada y frondosa, con un rubí incrustado en el incisivo derecho, unos ojitos azules, diminutos y chisposos que a penas destacan sobre la palidez fantasmagórica de su redonda carota... y una voz entre chillona y desgarrada...o.más bien..desgarradora... que hace ya demasiados años solía hacer que me temblasen las patitas y que incluso faltase el oxígeno en una habitación vacía, una habitación de tamaño medio en la que sólo estábamos los dos. Y con los dos, siendo honesta...me refiero a mí misma tumbada sobre la una gran alfombra color teja con una cenefa albero y los ojos tan cerrados como los puños e imaginando que esas cosas que aquel pelirojo, pánfilo, inglés cantaba....las cantaba para mí. Suena bien, verdad? Pues no. Quiero decir que sí, que tal vez pueda sonar bien ...pero... no tiene más utilidad que esa, sonar.
Esto de no poder satisfacer ni los objetivos más realistas va a terminar por deprimirme más aún, “aún” como término equivalante a “todavía”. Y encima, me permito el lujo de ir de graciosilla... cuán bajo se puede caer, no hay nada peor que, que una tía siesa como yo pretenda ser lo que no es... y yo, no soy muchas cosas....pero si de entre esas cosas que no soy, tuviese que destacar una...sería lo de graciosa.
Es viernes, ese factor tal vez atenúe la percepción que los perseguidores del absentismo presencial puedan tener sobre mi. Y como he dicho antes, graciosa no soy pero...sincera....sincera un rato, así que lo siguiente es intentar convencerme a mi misma de que ya no busco desesperadamente redentores que salven mi alma y que tampoco despierto el interés de los perseguidores del absentismo, ya ni los perseguidores me perseguirían. Ser prescindible. Menudo drama:“Todos somos prescindibles”. Vale, tal vez todos seamos prescindibles pero...de “tantos, todos...”¿a cuántos les gusta ser conscientes de ello? ¿cuántos lo son? ¿si lo son cómo viven con ello?, ¿cuánto más consciente eres de lo prescindible que eres...más prescindible te haces?
Restan cuarenta y cinco minutos para poder estar sobria durante las próximas sesenta horas. Estoy en medio del baile de graduación de una clase que no es la mía y todos los feos están emparejados.
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