Quiero dejar de leerte entrelíneas y dejar de utilizar la imaginación para adivinarme en ellas.
Las entrelíneas son cómplices, de vez en cuando cooperadoras necesarias, pero jamás serán condenadas por un delito en primer grado, nunca admitirán su autoría, la autoría de las palabras, la autoría de los sentimientos. Las entrelíneas son cobardes... o es cobarde quien se esconde tras ellas como lo haría cualquier chiquillo aterrado aferrándose a las faldas de una madre.
Las líneas son otra cosa, ¿no es cierto? Pueden ser sinceras o propagar calumnias incandescentes... pero, al fin y al cabo, son. Las líneas pueden hacer que comprendas lo que hasta ese momento no comprendías, hacer que completes lo que complementa una caricia.
Adoro leerte como un pentagrama, surcar cada línea de tu cuerpo que venero con la lentitud de un mar en calma o con la compulsión que provocaría el Poseidón más iracundo, adoro emplear la cartografía cuando pateo a tientas el mapa de tu alma brumosa, adoro recordar las matemáticas del colegio cuando juego a trazar rectas tangentes entre las sábanas que respetan castamente la teoría y te tocan en un punto sin llegar a cortarte, adoro las líneas de metro amarillas y verdes que me llevan a la torre de marfil que cada día siento más mía, adoro las líneas telefónicas que mantienen el castigo de la distancia a raya cuando me susurras al oído un "te quiero" tierno y travieso, adoro perderme y perderme y perderme en tus líneas... incluso en todas y cada una de las que dedicas a otras. Me gustan las líneas. Son construcciones férreas, estoicas, valientes.
Las entrelíneas estan hechas para mentes menos cansadas que la mía. Tus entrelíneas siempre llenan ese espacio en blanco con vacío, con decepción. Espero tener algún día un cuerpo nueve, de cualquier tipografía, y poder reírme con desdén desde mi renglón, del espacio formal que me separa del siguiente y del siguiente... Tal vez llegue el día en que deje de soñar que soy para ti algo tan alto y tan sublime como lo han sido todas tus líneas. Tal vez llegue el día en que se disipe el enigma de quién soy y cómo me recuerdas.
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