jueves, 12 de noviembre de 2009

Tras los cristales

¿Quién no se ha escondido alguna vez tras un cristal para participar furtiva y tácitamente de la vida de otras personas? ¿Quién no ha aprovechado la oscuridad para buscar más oscuridad? ¿Quién no ha convertido, desnudando el pudor, a un completo extraño en un viejo conocido? ¿Quién no ha ofrecido compañía a un solitario? ¿Quién no ha codiciado un cuerpo que jamás le iba a pertenecer? ¿Quién no ha imaginado nunca que tras un cristal aguarda la vida que jamás vamos a vivir?

Siempre a solas, siempre en silencio, siempre atentos, siempre culpables, siempre animales, siempre conscientes y abyectos, pero siempre, siempre, al abrigo gélido de la lobreguez.

En esos momentos, las únicas luces que no deseamos ver son las nuestras. La noche con su perversa zalamería (y más perversa que zalamera) nos brinda toda la complicidad que creemos necesitar para llenar el agujero negro de lo que queda de alma.

Tras los cristales hay más cristales, más miserias que satisfacciones, más historietas que historias, más impersonalidad que introspección... más muerte que vida. He decidido bajar las persianas.

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